miércoles, 2 de mayo de 2012

Poema del libro Palabras para Sembrar



Melancolía

Tristeza vaga, profunda y permanente
que impide encontrar la diversión
nada causa placer, nada alegría,
solo tedio, desgano, desazón.

No es nuevo el sentimiento que lo embarga
si hasta reyes tuvieron su bufón
que trataba arrancar una sonrisa
quizás a la princesa que enfermó.

¿Cómo se anima al alma compungida?
¿Cómo se alegra al niño que enfermó?
Sólo sabiendo el algo que lo causa
se podría encontrar la curación.

-Yo sé la causa, ha muerto su amiguito
compañero de escuela y comedor,
el que jugaba siempre aquí en su casa
y la leucemia presta lo llevó-.

Sólo el tiempo podrá curar la herida
que en el niño produjo tal dolor.
Es normal que padezca sufrimiento,
más profundo cuando hubo más amor.

Respeta la tristeza de ese niño,
respeta su silencio y su dolor
ya encontrará la vida el mecanismo
de restaurar la paz del corazón.

Cuando se pierde un algo muy querido
se pierde la alegría, la atención,
parece que la mente está ocupada
en reparar los daños del dolor.

No durará por siempre su tristeza,
el natural proceso del dolor,
el tiempo buscará los mecanismos
haciéndole brotar resignación.

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